Sus inquietudes científicas fueron estimuladas por su abuelo, Pablo Llinás, pionero de la psiquiatría, y por su padre, Jorge Llinás Olarte, quien realizó la primera operación de corazón abierto en Colombia. De niño pasaba horas destripando objetos para averiguar su funcionamiento y experimentando con electrodos en ratas.
La personalidad de Llinás es aparentemente fría y distante, refrendada por una mirada cortante y analítica, pero a lo largo de la charla va dejando caer dichos bogotanísimos y comparaciones juguetonas para ilustrar sus afirmaciones. Es ateo, trabajador de 18 horas diarias y amante del teatro y de la música.
Llinás, es médico de la Universidad Javeriana y mientras hacia su carrera viajó varias veces a España, Suiza y Francia, donde participó en experimentos de neurofisiología en el laboratorio de Bernhard Hess. Es ganador del Nobel y profesor de la Universidad de Zurich.
Posteriormente hizo un postgrado en Harvard y se desempeñó como investigador asistente en la Universidad de Minnesota. Decidió hacer su doctorado en Canberra, Australia, donde trabajó con Sir John Eccles, nobel de Fisiología (1963). Allí conoció a su esposa, Guillian Kimbert, filósofa y catedrática, con quien tiene dos hijos: Alejandro y Rafael (ambos médicos).
Regresó a la Universidad de Minnesota como investigador postdoctoral, realizó investigaciones en institutos científicos de Detroit, Iowa y Chicago, y fue promovido después al cargo de director del Departamento de Fisiología y Neurociencias de la Universidad de Nueva York, en donde ha continuado su brillante carrera durante casi cuarenta años.
P: ¿Ha hecho nuevos descubrimientos después de los publicados en El cerebro y el mito del yo?
R: Desde el punto de vista del sistema nervioso hemos encontrado una llave importantísima en neuropsiquiatría: lo que hemos llamado ‘disritmia en el tálamo cortical’. Estoy organizando un simposio internacional al respecto, porque reúne la neurología y la psiquiatría y le da bases biológicas a muchas enfermedades que no se pensaba que estuvieran relacionadas. Ha sido una situación muy complicada porque la gente no estaba preparada para entender que psiquiatría y neurología son lo mismo.
A muchos les parece increíble que uno pueda entender, desde el punto de vista de la actividad celular, cosas como la depresión, la esquizofrenia y cuestiones más complejas como el dolor central o un tinnitus, que es espantoso. Estas situaciones son estados funcionales de un cerebro que no está trabajando bien. La diferencia entre un tinnitus, un dolor central y la depresión no es el mecanismo que los produce, sino dónde se producen. El mecanismo es muy similar y se puede ver dónde está.
Esto ha sido muy importante porque demuestra que pensar, crear, memorizar y todas las patologías son simplemente estados funcionales del cerebro. Es un concepto que le resulta chocante a muchos porque, de algún modo, se está negando lo que se ha considerado algo así como ‘el alma’.
P: ¿Entonces el alma como la entendemos, no existe?
R: No. Es un estado funcional del cerebro, pero el tema todavía resulta difícil de digerir para mucha gente. La respuesta que muchos dan es: “Bueno, sí, si usted lo dice… pero no entiendo bien cómo un estado funcional del cerebro se puede modular o corregir mediante la palabra” (el psicoanálisis es hablado y la gente se mejora). Y yo les contesto que las palabras cambian el cerebro.
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Reproducción parcial de la entrevista Rodolfo Llinás: ¿Descubrió la cura contra el Alzhéimer?, publicada en la Revista Credencial de Colombia. Para lectura completa pulse aquí
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